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En realidad la cruz de mayo no es una tradición netamente chilena, aunque talvez lo sea en su variante de sacar este implemento de fe católica a las calles para pedir bienes materiales en su nombre. Lo cierto es que a partir de la invasión colonizadora de los españoles y su intento evangelizador del cristianismo, esta celebración pasó a ser parte del imaginario social del nuestras culturas. Es así, como los misioneros decidieron imponer el culto a este símbolo, de forma de simplificar y concretizar la existencia de una vida posterior a la muerte, vinculada a la existencia de Dios. Obviamente tomando en consideración las dificultades de comunicación existentes entre los occidentales y el nuevo mundo. De ahí en más, y dependiendo de cada cultura precolombina, esta veneración a la cruz fue derivando en distintas formas. De hecho en Venezuela, por ejemplo, aún se celebra todos los sábado del mes. Sin embargo, esto se hace dentro de las casas en un lugar especialmente habilitado para realizar un velorio a la Cruz. En nuestro país, en cambio, el objeto de culto es paseado por las casas de cada parroquia, cantando y gloriando a la cruz de mayo, pidiendo a su vez, víveres o algún tipo de ofrenda, las que al día siguiente son repartidas entre quienes participaron de la veneración; en otros casos, los bienes se entregan a instituciones que lo necesitan. El Club de huasos, Raíces de Hualpén que ayer salió por las calles de nuestra comuna a revivir esta tradición es una de las agrupaciones que mantiene esta costumbre y que se resiste a desaparecer en medio de las influencias post modernistas, impuestas principalmente por los medios de comunicación. Con acordeones, guitarras, mantas de huaso y montados a caballo, unas 70 personas se pasearon por las poblaciones Peñuelas I y II, además de la floresta y otras de Hualpén, intentando llevar algo del Chile de antaño a las nuevas generaciones, más acostumbras a estas alturas, al disfraz tétrico de Halloween. Tradición colonial aún vive en Hualpén
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